"INSTANTES"

Pequeñas historias cotidianas...

viernes, 14 de mayo de 2010

"EL FUNCIONARIO"

Tengo un amigo del que se nota a legua y media que es funcionario de rancia estirpe. Su trato resulta emocionalmente plano y aunque en ocasiones se muestra sumamente ingenioso jamás observé en él la menor chispa de énfasis o retranca. Contaba que ayer apareció, papelito manuscrito pillado entre los dedos, como si mal oliera, en la sede de su vecino quiosquero. Este último, que tiene de huertano socarrón lo que el primero de velador de ocasos, ya parecía estar esperándole armado de sonrisita maliciosa desde antes de que el otro hubiera traspasado el umbral de su modesta cobija. No es que el quiosquero tuviera mucho que agradecerle a la vida; aunque las zozobras que albergara su espíritu, por lo justo que andaba el negocio, no le impedían aprovechar ocasión de apuntillar si se terciaba y de adobar con un poco de gracia las horas que pasaba tras el mostrador de aquel chiringuito cuyo alquiler esquilmaba sus contadas ganancias. Cuándo mi amigo plantó su cara de palo ante el pitorreo en ciernes, el otro se tomó su tiempo antes de descolgarse con fingida aflicción: "¿Qué...? Paco...¡Cómo os ha jodido el jefe, con la rebajita esa del cinco por cien!... ¿No? ¡Me parece a mi que este veranito ya no va a haber veraneo en Gandía! ¿Eh...?" A lo que el otro contestó: "Y tanto que sí. El apartamento me lo han rebajado. Por lo de la crisís...ya sabes... Pero ahora toca ajustar el presupuesto familiar y mi mujer me ha hecho una lista para que empiece a reducir gastos". Dicho lo cual examinó con sus ojillos, miopes de tanto formulario trasegado, el papelito que llevaba en la mano y señalando su cabecera con el indice de la otra, añadió: "Mira... En honor de que hay confianza, he puesto la suscripción de tus fascículos de bricolage casero en primer lugar. Asi que...bórrame de momento. Ya veré si termino la colección otro año.... ¡Ah!, y también de la Primitiva..." Acto seguido plegó el papelito y lo guardó en su monedero al tiempo que añadía: "algún dia tendrá que terminar la crisis esta..."- Dice mi amigo que se alegró de ser madrugador en hacer las cosas que había que hacer por el poco gusto que tenía en caer de lluvia sobre mojado. Todavía sonreía su vecino cuando él amagaba la salida, pero dice que era ya una sonrisa un tanto rara... Se despidió breve, marchándose pues lo mas rápido que pudo y siendo enemigo como era de recrearse en delicadas escenas que, como aquella, mudaban las chanzas en desconciertos.

sábado, 16 de mayo de 2009

"AMÍN"

No se que es lo primero que sentí; si el pincho incandose en mi cadera o la insolente voz exigiendo que me estuviera quieto. Luego me llegó un olor a camiseta empapada en mil sudores rancios y enseguida unas manos nerviosas escudriñando mis ropas. Ví por el rabillo del ojo a Amín, el negrito, que apenas a veinte metros de la escena se había detenido y nos estaba observando. El sujeto que me estaba sobando desde atrás encontró el bulto de mi billetera y me la arrebató de un tirón rompiéndome el bolsillo. Amin empezó a gritar algo que no entendí. Hacía amagos de acercarse y se paraba en seco cada vez que el del pincho lo apartaba de mi cuerpo para apuntarle a él. ¡Que pasa!¡Que pasa! ¿Eh...?. Amín cogió una caja de detergente de la basura y, colocándosela a modo de escudo, con el brazo estirado, enarboló con la otra mano a modo de honda el bolsito que llevaba colgado del hombro. El que estaba a mi espalda arrancó entonces a correr en su dirección sacandose algo del bolsillo. Amín huía, se paraba y volvía a acercarse unos pasos cada vez que el otro daba por hecho que lo había ahuyentado. No terminaba de aproximarse del todo. Se notaba que tenía miedo. ¡Vámonos ya, tio!, dijo el otro. Amín, que había perdido un zapato en una de las espantadas, lo recogió al vuelo y en su última escaramuza lo lanzo hacia nosotros. El zapato me dió a mi, pero el primer sujeto que tenía aun a mi costado debió de considerarlo una provocación inaceptable y bramó: "¡Te vas a enterar, negro de mierda!". Amín debió darse cuenta que ya no tratarían sólo de asustarle y emprendió, ahora sí seguido del otro, una alocada carrera en zig zag que lo llevó hacía el centro de la calle. En un segundo lo revolcó aquel maldito coche. Tras el frenazo, un joven se asomó por la ventanilla arrojando con rabia su cigarrillo. Dentro del coche, los sollozós histéricos de una chica se mezclaban con los de una estridente música rumbera. Amin agitaba convulsa una de sus piernas, justo la que tenía el pie descalzo. Luego se quedó quieto. No hacía falta examinar con detalle su cabeza, reventada contra el bordillo, para saber que estaba muerto.Los dos sujetos se perdian a paso vivo por la siguiente esquina. Se llevaban la cartera con mis papeles. Ni un sólo euro. El único billete que tenía se lo había dado poco antes a Amín, hacía apenas un minuto... Me había abordado timidamente, llorando en voz baja su necesidad y la de sus hijos mientras me enseñaba la foto de unos negritos recortada de una revista. ¡Pobre Amín que creía que hacia falta engañar para demostrar su hambre...!.

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